Para que no nos quede un “¿y si…?”

Hay veces que la vida nos pone ante situaciones en las que debemos decidir en cuestión de minutos algo que puede resultar vital para nuestro futuro. “¿Lo hago o no lo hago?” Deshojamos la margarita mientras pensamos la lista de pros y contras que puede acarrear esa decisión.

En el lado de los pros podemos encontrar cosas como conseguir por fin eso con lo que tanto has estado soñando. En los contras, tener que dejar atrás a tanta gente que quieres. En los pros, independizarte por fin. En los contras, no saber qué será de eso que puede estar empezando y que tendrás que dejar a medias. En los pros, empezar de cero. En los contras, que todo salga mal y haya que volver. En los pros, que por lo menos hay dónde volver. En los contras… cuesta encontrar alguno más, aunque seguro que los hay. Así que parece claro. “Hazlo”, susurra la balanza, “hazlo sin miedo”. Pero, sí, ya ha hecho acto de presencia un invitado indeseado: el miedo. Ese que te frena, el que te hace temer cualquier cambio, aunque pueda ser positivo y lleves tiempo deseando que llegue. Y es que, por muy buenos que sean, los cambios siempre dan cierto miedo.

Pero me armé de valor, cargué la maleta e intenté sacar mi mejor versión para conseguir hacer realidad ese sueño, ese que seguiré persiguiendo por muchas veces que me caiga. Porque, ya se sabe: si te caes siete veces, lo único que queda es levantarse ocho.

Y así fue como, hace unas semanas, me fui con un billete solo de ida a Escocia, detrás de un sueño, cargada de ilusiones… y cierto miedo. Y así fue como, aunque acabó con un final no deseado, no dejé espacio a que en un futuro apareciera el fantasma de los “¿y si…?” que habrían aparecido si hubiese dejado escapar esa oportunidad.

Ahora, toca levantarse.