viernes, 1 de junio de 2012

Confesiones impopulares (XI)

No me gusta el calor.

Nada.

Para mí la temperatura ideal está entre 15 y 18 grados. Lo justo para ir en manga corta y llevar una chaqueta por si acaso refresca. Pero nada más. Así que cuando llega esta época y veo a todo el mundo deseando calor… me siento un bicho raro.
 
Desde que tengo uso de razón nunca me ha gustado el verano. No me gusta sudar sin hacer nada. No me gusta salir de la ducha y que parezca que no me he duchado en meses porque automáticamente al salir de debajo del chorro de agua ya estoy sudando a mares. No me gusta tener que vivir pegada al ventilador (no tengo aire acondicionado como vosotros, que sois unos modernos) o al abanico cuando estoy en la calle (porque sí, yo voy con abanico, que aunque se canse la mano no veáis el gustito que da).


De pequeña no me gustaba el verano porque no tenía que ir al colegio y no me gustaba no ver a mis amigos. Lo único que me alegraba un poco era rencontrarme con amigos del verano, coger las bicis y pasarnos horas dando vueltas por el parque. Me gustaba buscar un árbol a la sombra y contarnos qué habíamos hecho durante el curso… y poco más, porque hacía calor. Pero lo sobrellevaba de otra manera. Será que ahora me estoy haciendo mayor y aguanto menos los excesos de temperatura…
                                                                                                 
Eso sí, me dan muchísima rabia esas personas que viven continuamente quejándose de todo. Oír a alguien todos y cada uno de los días de invierno decir “¡qué horror, quiero que sea ya verano!” y que cuando empieza a calentar un poco solo se oiga decir “¡qué asco de calor, que venga ya el invierno!” lo odio. Con todas mis fuerzas. Odio el calor, mucho. Pero me encanta el frío. Así que el invierno no me molesta lo más absoluto. ¿Que hace frío? Pues me pongo un jersey más grueso. ¿Que sigo teniendo frío? Pues me pongo una capa más. Y listo. Probad a quitaros capas en verano, cuando no lleváis nada puesto…

Pero bueno, esta va a ser la única que vez que me veáis quejarme por la temperatura. Hace calor, sí. No me gusta. Pero no queda más remedio. Y además, el tiempo vuela, así que dentro de nada llega otra vez mi adorado inverno… ¿O acaso no parece que fue ayer cuando estábamos comiéndonos las uvas?

2 comentarios:

  1. Te comprendo. Odio el verano con todas mis fuerzas, pero todo el verano en sí. El calo, la puñetera playa a la que todo el mundo quiere ir, la piscina también pero menos, las chanclas (cuando las llevan otras personas también), las camisetas de tirantes, las gorras, la crema solar, los mosquitos, los vecinos que hacen vida debajo de mi ventana (pero en su casa) y que odio profundamente, sobretodo al padre, los niños que no tienen colegio y se pasan el día gritando, la piscina que le montan en el patio a la niña que en vez de hablar pega berridos (espero que solo fuera una fase y ya la haya pasado), el sol, que encender la luz convierta la habitación en un infierno, lo que dices de salir de la ducha, sudar... y ya no se me ocurren más cosas, pero seguro que las hay.

    Y ya no me quejo más.

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    1. ¡Había olvidado el tema playa y piscina! Odio que la gente no entienda que no me gusta ir a esos sitios. Me gusta la playa... pero en invierno, cuando puedes ir tranquilamente paseando por la orilla, no en verano cuando encontrar la toalla después de darte un chapuzón es más complicado que encontrar a Wally.
      Suerte este verano, y que la niña no berree mucho.

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