miércoles, 4 de abril de 2012

Confesiones impopulares (X)


Dadas las fechas en las que estamos, creo que es el momento más oportuno para lanzaros otra de mis confesiones impopulares. Aunque bueno, en este caso creo que donde más impopular puede ser mi confesión es en Andalucía. Y es que, a mí de pequeña me daban pánico las procesiones de Semana Santa.

Y cuando digo pánico, es pánico. No exagero. Cuando era pequeña mis padres tenían una tienda y en Lunes Santo la procesión pasaba por el parque que teníamos al lado. Yo, en cuanto empezaba a oír los tambores, me ponía nerviosa, se me aceleraba el corazón, me entraba angustia, los ojos me empezaban a llorar y solo conseguía calmarme si me acurrucaba en una silla en un rincón con los oídos tapados para no escuchar nada. Pero me costaba calmarme porque por mi cabeza no dejaban de aparecer imágenes de capirotes, y eso era lo que realmente me acojonaba.


No recuerdo exactamente cuándo pasó pero según mi madre un día por estas fechas estaba viendo la tele, me puse a cambiar de canal y pasé por uno en el que estaban emitiendo un reportaje sobre trajes de Semana Santa en La Rioja. Y ahí estaban, expuestos en unos percheros, tan relucientes, con sus bordados en color oro, en tonos morados intensos, negros, blancos impolutos… y los capirotes, a juego con el resto del traje… y los ojos vacíos. Al estar en los percheros, la zona de los ojos era un profundo y oscuro agujero. Mi madre dice que me lo quedé mirando fijamente, con cara de miedo, y que desde ese día, cada vez que sentía que había una procesión cerca, me ponía nerviosa.

De ahí surgió todo, de unos capirotes con los ojos vacíos. Y yo lo extendí hasta los tambores y los pasos. Doy gracias por no haber nacido en Andalucía, porque sospecho que durante esta semana lo habría pasado realmente mal. Aquí, por suerte para mí, no tenemos demasiadas procesiones, o al menos no que pasen cerca de mi casa. Así que la única que me daba pánico era la del lunes de la que ya os he hablado, y la cabalgata de reyes. Sí, la cabalgata. Y es que a algún lumbreras le pareció que los tambores eran el mejor acompañamiento musical para las carrozas de los Reyes Magos…

Menos mal que eso cambió y que llegó un día en que me atreví a entrar en la Catedral para ver los pasos de cerca, y ver que dentro de los capirotes había personas normales y corrientes, incluso un compañero de clase que me caía bien, y que lo único que tenía que darme miedo de las procesiones era pillar sitio en primera fila y que a alguno se le escapara el mazo con el que golpeaba al tambor. Ahora, no es que sea especialmente devota, pero me gusta ir a la procesión de Viernes Santo, que aquí es la importante, y ver los pasos, y me gusta sentir el retumbar de los tambores metiéndose hasta dentro y haciendo que me tiemble el cuerpo.

Espero que vosotros no tengáis ningún trauma relacionado con la Semana Santa y que la disfrutéis, bien sea con las procesiones o haciendo alguna escapada. Pero sin traumas, espero.

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