Los más fieles al lugar habréis podido comprobar
que, aunque me gustan bastantes tipos de películas (las de mamporros a
punta-pala, kung fu y similares, lo siento pero no puedo con ellas),
últimamente el género más visto están siendo las comedias románticas. Sí, me
gustan. Me parecen irreales porque creo que todos tenemos más que claro que
esos amores de película no pasan en la realidad, pero me gusta lo previsibles
que son, saber que es seguro que van a terminar bien y dejar que mi imaginación
piense que tal vez, en algún momento, ese final feliz tan previsible podría
darse en la realidad. Pero bueno, que me pierdo, lo que quería contaros es que,
a pesar de que me gustan tantísimo las películas moñas, hay una película que
nada tiene que ver con ese género y que me encanta por encima de cualquier otra
película. Supongo que para muchos eso es sinónimo de decir que es mi película
favorita, pero siempre he sido contraria a usar esa etiqueta con las películas.
Bueno, mucho no tenéis que pensar ya que el título de la entrada es el de una
película y, sí, os estoy hablando de Salvar al soldado Ryan.
No recuerdo en qué momento pasó a gustarme tanto, aunque tal vez fuera en la universidad. Sé que hasta esa época la había visto probablemente un par de veces o tres (cuando la alquilamos en el videoclub para verla en casa y alguna vez más en la tele), pero cuando el profesor de cine anglonorteamericano nos dijo que teníamos que hacer un trabajo final sobre alguna película de uno de los directores que habíamos estudiado en el semestre y vi que uno de ellos era Spielberg, lo tuve claro. ¿Por qué molestarme en buscar una película que no me gustase tanto cuando podía hacerlo de esa? Así que fui a su despacho para negociar el tema del trabajo y ahí estuvimos un rato hablando de cómo la película empieza y acaba exactamente igual, con la bandera de Estados Unidos ondeando, los toques de humor que hay entre tanto drama… y sobre todo, una de las cosas que más me inquietan de mis sentimientos hacia Salvar al soldado Ryan.
Por un lado, dejando al margen la puesta en escena,
con los bombardeos, los ataques, la realidad y la crudeza de las imágenes,
muestras todas ellas de lo buena que es la película, hay algo en el argumento
que me provoca una contradicción interna. Por un lado me gusta la historia: no
es simplemente una guerra contada desde un bando y haciendo ver que los buenos
(sin importar si fueron los vencidos o los vencedores) son ellos, sino que
busca la parte más humana dentro de esa desgracia haciendo que un grupo de
hombres recorran kilómetros y más kilómetros simplemente para hacer un que
simple soldado vuelva a casa y evitar así que una madre pierda a sus 4 hijos en
la guerra. Esta historia intenta llegar a nuestros corazones haciéndonos ver
que entre tanta muerte hay lugar para la esperanza, para los buenos
sentimientos.
Sin embargo, por otro lado, siempre que pienso en la
humanidad de esa búsqueda aparece mi diablillo escéptico que me susurra al oído
“¿de verdad te estás creyendo todo esto? ¿No te das cuenta de que solamente es
una ‘americanada’ más? ¿O acaso crees que van a poner en peligro las vidas de
esos hombres por salvar a ese pardillo? ¡Venga ya! Nadie se cree que malgasten
todo ese potencial humano y económico para desplazar a ese grupo de soldados a
no se sabe dónde para buscar a un simple soldado!”. Y ahí me queda la duda:
¿realmente es una historia de esperanza o es solo más propaganda americana queriéndonos
demostrar una vez más que ellos son los “más mejores”?
En fin, cada uno se quede con la versión que quiera.
Mi diablillo escéptico seguirá apareciendo cada vez que vea la película pero mi
angelito sentimentaloide continuará ganando la batalla y pensando que sí, que
puede tener ciertos toques de americanada, pero que en el fondo nos está
contando una historia en la que a todos nos gustaría creer. Y es que ¿a quién
no le gusta pensar que, hasta en el momento más horrible, hay lugar para los
sentimientos? Y así, cada vez que el Capitán Miller le diga a Ryan eso de “hágase usted digno de esto, merézcalo”
inconscientemente yo empezaré a llorar y no pararé hasta poco después de que
empiecen los títulos de crédito.
P.d.: Una duda para quienes la hayáis visto… ¿qué
sentimientos os provoca Upham (el de la foto de ahí al lado, para quien no le ponga cara solo con el nombre)? Porque a mí, en el primer momento que sale me
parece un pardillo entrañable preocupado por su máquina de escribir, pero a
medida que avanza la película le voy cogiendo una manía terrible hasta terminar
odiándolo por cobarde.
P.d. 2: Mirad si soy generosa que, por si aún no la habéis visto, os dejo un enlace que he encontrado con la película completa. Eso sí, os lo pongo y tiemblo solo de pensar que esto puede ser ilegal y me van a meter en chirona... jajajaja
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