sábado, 21 de enero de 2012

Pavlov tenía razón

No recuerdo bien cuándo estudié a Pavlov. No sé si fue en el instituto o en ya en la universidad, así que tal vez todo esto que os voy a contar os suene a chino. El caso es que Pavlov era un psicólogo y fisiólogo ruso que descubrió que se puede condicionar el comportamiento. En este caso demostró que el cerebro asocia una serie de hechos que interpreta como estímulo/respuesta lineal, es decir, asocia hechos que ocurren seguidos. Pavlov lo demostró con perros, y, como todo esto puede sonaros un poco complejo, os dejo un dibujo que lo deja muy claro:



-    Cuando a los perros les enseñan comida, empiezan a salivar.

-    Escuchan una campana y no pasa nada.

-    A continuación, la campana y la comida aparecen juntas y, al haber alimento, los perros salivan.

-    Al final, con tan solo escuchar la campana, los perros salivan. Sin que haya comida. Es decir: terminan asociando la campana a la comida.



Y aunque demostró que esto es más complejo en el cerebro humano, la verdad es que hay infinidad de hechos así en nuestras vidas cotidianas. Yo, sin ir más lejos, soy un caso de comportamiento condicionado. Os cuento: mi querido padre tiene la adorable manía de hacerme cosquillas cada vez que pasa por detrás de mí cuando estoy sentada en la cocina. Es un gesto rápido. Simplemente se pone detrás de mí, cierra los puños, excepto los índices, que los deja firmes, apuntando a mi espalda, a la altura de los riñones, y entonces, con un movimiento veloz, un movimiento que dura apenas unas décimas de segundo, acerca sus índices hacia mi espalda y lo hace. Consigue que dé un respingo, que sienta un escalofrío que recorre mi cuerpo de arriba abajo. Y, además de esa respuesta física aparece la emocional. Sabe que odio que lo haga, sabe que tengo cosquillas hasta de lejos y que, evidentemente, de cerca aún más. Así que me cabreo. Un cabreo que dura casi tanto como el movimiento, unas décimas de segundo, pero un cabreo que existe por muy breve que sea. Pero esto no es todo. A diferencia de Pavlov y sus perros, este ataque dactilar no se producía siempre que él se ponía detrás de mí, por eso de no eliminar el factor sorpresa, pero a base de repetirlo mi cerebro lo asimiló, hasta tal punto que cada vez que estoy sentada en la mesa de la cocina (perdón, en la silla que hay alrededor de la mesa de la cocina) y noto que mi padre se aproxima a mí, mi cuerpo se prepara para dar un respingo similar al que daría si se produjera el ataque. Empiezo a notar cosquilleo en el punto exacto en el que se suele producir el ataque incluso cuando el atacante no tiene ni la intención de atacar. Así que, podríamos decir que mi comportamiento está tan condicionado como el de los perros de Pavlov, pero sin campanas ni comida.

Mirad si tuvo importancia esto que hasta en The Office Jim Halpert lo puso en práctica. Y, por supuesto, el objeto de estudio fue Dwight Schrute.


3 comentarios:

  1. Jaja que bueno!! Está genial cuando le pide otra "pastillita". Yo ya me sabía lo de los perros de Paulov si!, además sin saberlo ya lo había puesto en práctica con Numa 1 y funcionaba, lo que no había caido era en aplicarlo con otros estímulos pero creo que tienes razón si.

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    1. Que yo responda a los estímulos no quiere decir que ahora os dé por hacerme cosquillas cuando paséis por detrás de mí, ¿eh? jajajajajaja =P

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    2. Tranquila! no pensaba no porque como a mi tampoco me gusta que me hagan ... pues ya sabes el dicho jeje, no es broma aunque me gustase tampoco te lo haría pobrecita!

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