viernes, 18 de noviembre de 2011

El viajar es un placer (parte 1 de 2)


Soy una de las pocas personas que conozco que prefiere viajar en autobús. Evidentemente, si el trayecto es muy largo y el precio asequible, me quedo con el avión, pero como no siempre se dan buenas condiciones, me quedo con el bus, incluso por encima del tren (aunque esto seguramente se debe a lo poco familiarizada que estoy con este medio de transporte). Las pocas veces que he ido en tren todo han sido nervios: nervios por no saber hasta el último momento en qué andén estará el tren, cosa que puede cambiar en cualquier momento, o nervios por saber cuál es mi asiento, nervios por no saber dónde dejar la maleta, nervios por ver continuamente pasar al revisor… Pero lo dicho, seguramente esto es por haber viajado poco en tren, y con costumbre todos esos nervios desaparecerían rápidamente. Pero por ahora volvamos al autobús.


Soy capaz de aguantar viajes de hasta unas 6 horas sin estar continuamente quejándome por el poco espacio que hay, por el traqueteo o por lo pesado que pueda ser algún viajero. Y es que son ya unos cuantos años de perfeccionamiento los que han hecho que esté preparada para hacer que todas esas horas en un espacio tan reducido puedan ser un placer. Preparo ese trayecto (que normalmente suele ser de unas 4 horas) como si fuera parte del viaje en sí y no solo un mero desplazamiento. Me gusta pensar qué música iré escuchando, elegir con mimo un libro que sea lo suficientemente entretenido como para no aburrirme a los dos minutos y quedarme colgada el resto del tiempo. Pero no os preocupéis. Es caso de que la lectura falle, siempre puedo recurrir a otra habilidad desarrollada en los muchos viajes en bus: la capacidad de dormirme inmediatamente en cualquier sitio. Solo necesito unas gafas de sol, estar sentada al lado de la ventana (aunque tampoco es imprescindible), regular el volumen de la música y… ¡listo! Preparada para dormir como un bebé. Con todo esto correctamente combinado, tenemos el viaje perfecto. Y así es como recuerdo con especial cariño tres de las veces que fui a Madrid.

La primera vez fue en mi cumpleaños. Raro lugar para cumplir años, pensaréis, gran parte de la mañana metida en un autobús, pero sé que ese viaje me gustó. No recuerdo qué iba escuchando, pero sí qué leía. Y es que para alguien que admira tanto a una persona, es fácil recordar dónde estabas cuando leíste su biografía por primera vez. Y cuando yo leí la de Julen Guerrero, estaba en un autobús. Decir que las 4 horas se me pasaron volando es mentir. Transcurrieron como si fueran apenas minutos. Pasaba de una página a otra descubriendo detalles de su infancia con una sonrisa en la cara, esforzándome para no llorar cuando, sabiendo que ya todo eso era imposible, contaba con qué ilusión afrontaba sus retos deportivos, acelerando la lectura de ciertas páginas para que el que iba sentado a mi lado no viera las fotos de Julen que ilustran parte del libro (vergonzosa que es una)… Y de repente, cuando estaba cerrando el libro, cuando creía que apenas habíamos salido de Logroño, ahí estábamos, entrando a la estación de Avenida de América.

Continuará…

2 comentarios:

  1. Y yo interrumpí ese viaje con un MMS y y SMS
    un MMS que era un vídeo grabado de youtube con el móvil de "feliz cumpleaños"
    El sms decía algo asi como: "SE SEPARADO LA OREJA"!!!

    Como me alegro cada vez que leo lo que te gusta el libro de Julen :)

    pd. Aunque te veo antes: "Buen viaje!!!"

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  2. Solo me acordaba del mensaje de la oreja. Esa fecha ha quedado marcada, jajajaja

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