domingo, 21 de agosto de 2011

La delgada línea del odio al amor (II)


Los más avispados del lugar se darían cuenta de que hace dos entradas, cuando os contaba cómo apareció mi amor por el fútbol, al lado del título se hacía referencia a una más que posible segunda entrada con una temática similar. Y sí, aquí está. Y es que no es el fútbol lo único que hubo un tiempo que odiaba y sin lo que ahora no podría vivir.

En este caso no os hablaré de deportes sino de otra de mis grandes pasiones: la música. Esta siempre ha ocupado un lugar privilegiado en mi casa. Una de las primeras cosas que hago al levantarme es poner música, muchas veces entro al salón y está mi padre en el sofá con sus auriculares, hay unas cuantas canciones que escucho ahora y me recuerdan a los viajes en coche que hacíamos cuando era pequeña a Madrid. Pero no penséis que odié la música, mi odio estaba focalizado en un grupo en concreto.


Corría el año 1999 y en las radios empezaba a sonar un grupo de rock alterantivo británico, o de britpop, cada cual le mete en un grupo, que decían eran bastante buenos. Yo, que oía todo lo que pasaba por mis oídos, les intenté escuchar con detenimiento y, sintiéndolo mucho, no me gustaban. Además vi el videoclip y, dada mi ignorancia por aquella época, no entendía que ese tío con esa pinta de pardillo pudiera ser una estrella de la música. Sacaron otro single y en la radio seguían machacando con ellos y repitiendo lo buenos que eran. Y en mí seguía creciendo esa idea de que no, no y no, no eran buenos. Es más, una de sus canciones se empleó en una campaña de Cruz Roja, creo recordar, que para colmo emitían cada vez que estaba viendo la tele, con lo que me pasada con la dichosa canción en la cabeza todo el día. Y en estas que sacaron otro single y… no me pareció tan malo. Mi cabezonería y orgullo me impedían reconocer que me gustaba, pero no estaba tan mal.

Pasó un tiempo y los chicos se tomaron un descanso. O, mejor dicho, se dedicaron a componer su siguiente album y las radios me dieron un descanso. Pasó un tiempo sin oirles, y yo lo agradecía. Hasta que un día, empezó a sonar una canción que me encantó desde las primeras escuchas. Ponía la radio con la esperanza de que sonara esa canción que nunca llegaba a oír de quién era, aunque me sonaba familiar la voz (y es que lo de reconocer voces se me da bastante bien). Y entonces, un día, mientras sonaba la canción y yo la canturreaba caí en la cuenta. Esa voz, ese estilo… sí, eran ellos. Yo, que les había cogido tanta manía, estaba rendida a una de sus canciones. En ese momento me guardé el descubrimiento para mí. Pensé que sería cosa de una canción… pero no. Salió el siguiente single y era una de las canciones más preciosas que había escuchado nunca. Y con el siguiente pasó lo mismo. Así que tuve que rendirme a la evidencia y admitir que ese odio anterior seguramente era parte de una ingenua ignorancia de adolescente y que si me ponía a escucharles de nuevo, acabaría adorando esas canciones que antes odié (y sí, ha sido así). Sobra decir que todos los discos siguientes que han lanzado son de los más escuchados en mi casa. Eso sí, solo por mí. Mi padre sigue pensando que son unos sosos y mi madre dice que le entra modorra oyéndoles. Eso es que no han profundizado tanto como yo en su música.

Y es que, quién me iba a decir a mí, hace 12 años, que iba a llegar un momento en que no iba a poder vivir sin la música de Coldplay.

Para terminar, de regalo os dejo una de sus primeras canciones y la última.
(Vale, el regalo me lo hago a mí misma...)


2 comentarios:

  1. A mí me pasó algo similar con Joaquín Sabina, al principio cuando empecé a oírle no me gustaba nada.
    Coldplay no me mola mucho :)

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  2. A mí con Sabina me pasa como con algunos pintores: reconozco que hacen arte, y del bueno, pero a mí me termina de llamar :S

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