Al
servicio, en soledad.
Nunca
he entendido esa tendencia de muchas mujeres de tener que entrar al baño
acompañadas. Reconozco que cuando me han llegado emails con largos textos dando
explicación a ese hecho me he sorprendido a mí misma asintiendo con la cabeza
ante la realidad con la que venía descrita la situación, pero aun así, me
mantengo firme: no me gusta ir al baño acompañada. O mejor dicho, no me gusta entrar al baño acompañada.
Sí,
viene muy bien alguien que te sujete el bolso, el abrigo, busque pañuelos de
papel o esté pendiente de que nadie abra la puerta mientras estás haciendo tus
cosas, pero ¿qué necesidad hay de que esa persona esté dentro, junto a ti? Y
más cuando algunos habitáculos son minúsculos incluso para una única persona. Para
mí ninguna. Y ya si además esa persona continúa con la conversación que
estuviéramos manteniendo y me mira, ni te cuento. Lo siento, pero no. Sé que es
algo que hacemos todos varias veces al día, que no tiene nada de raro, pero no
me gusta tener público aunque sea alguien con quien hay confianza.
Las hay
que, cuando un hombre les pregunta que qué necesidad tenemos las mujeres de ir
al baño en grupo, se excusan diciendo que casi nunca funciona bien el cerrojo
de la puerta, que tendría que ver lo sucios que están los baños, que suele ser
complicado encontrar un lugar donde dejar el bolso, que tienen que alinearse
los planetas de 15 galaxias para que haya papel higiénico, y que con todo ese
panorama, a ver quién es la guapa que consigue encontrar el paquete de pañuelos
en un bolso repleto de cosas que nunca usas mientras haces equilibrios para no
rozar lo más mínimo el retrete, mientras sujetas la puerta para que nadie entre
y con el bolso colgado al cuello porque si lo apoyas en ese suelo no crees que puedas
despegarlo después. ¡Ah! Y cruza los dedos para que la luz no se apague en
mitad del proceso. Pues bien, aun así (y os juro por lo que más queráis que he
estado en esa situación decenas de veces, y sin exagerar) sigo prefiriendo la
soledad.
Los
años me han hecho perfeccionar mis visitas a los baños públicos haciendo que en
cuestión de segundo sepa visionar si hay papel, un lugar seguro donde dejar el
bolso y la distancia óptima para empujar la puerta antes de que una impaciente
meona me quiera interrumpir. Lo que aún me queda por perfeccionar es la
respuesta que dar a quienes me dicen eso de “venga, que entramos juntas y así
hacemos antes”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario